miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo 14

Elisabeth estaba en su casa haciendo las maletas, iba a hacer un viaje muy largo, quería encontrar el clan de su padre, ya que él se murió poco después de que ella naciera, y ahora tiene que encontrar a todos.
Había reservado un hotel por si se hacía de día y no los encontraba, allí donde iba hacía mucha luz.
Estuvo metiendo mucha ropa negra y oscura, muy raro en ella, para no desentonar demasiado. Cuando terminó de preparar la maleta se fue con su mejor amiga, Raven, para despedirse de ella.
Llegó al parque a tiempo, todavía no había llegado Raven. Tuvo que esperar cinco minutos hasta que llegó Raven.
- Sorry, ¿no habrás esperado mucho?
- No, tranquila, acabo de llegar.
- ¿Para qué querías quedar con migo aquí en secreto?
- Me voy una semana fuera, y no quiero que lo sepa nadie. Me voy esta noche.
- ¿Y el colegio?
- Ya lo he hablado con la tutora.
- Si preguntan, ¿qué les digo?
- Que he ido al pueblo de mi abuela, que a muerto, y voy a estar una semana fuera.
- ¿Y si no se lo creen?
- Eso es lo que le he dicho a la tutora, y ella se lo a creído, así que colará.
- De acuerdo, espero que encuentres el clan.
- Lo haré, y me los traeré aquí.
- ¿Y los hombres lobo?
- Si no se dan cuenta, no va a pasar nada.
- Ten cuidado.
- Me tengo que ir, está anocheciendo.
- Adiós.
- Hasta pronto.
Elisabeth se despidió con dos besos de Raven y se fue corriendo a por la maleta.
Llegó a su casa, cogió la maleta, y esperó diez minutos hasta que se puso el sol.
Estuvo toda la noche corriendo hasta que llegó al hotel. No le dio tiempo de empezar a buscar, ya estaba saliendo el sol, y no podía estar fuera.
La habitación del hotel era hermosa, blanca y con un cristal grande en vez de pared. Puso las cortinas para que no pasara luz y empezó a deshacer las maletas.
Cuando terminó cogió un mapa de la ciudad y trazó un plan de búsqueda por los lugares más frecuentes de vampiros. No había muchos lugares, así que pensaba que esa noche los iba a encontrar a todos.
Dobló el mapa y lo metió en su bolso, colgó en la puerta el cartel de no molestar y se fue a dar una ducha caliente.
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Ya eran las ocho, se había entretenido leyendo un libro. Fue y cogió el bolso, con el mapa, iba a empezar la búsqueda de los vampiros.
Empezó por las discotecas nocturnas, pero no encontró ni rastro de vampiros, todos eran humanos. Luego fue a los callejones, en los que le llevó tres horas, pero estaban todos desiertos.
Elisabeth tenía ganas de rendirse, solo le quedaban las fábricas abandonadas, y había muy pocas probabilidades de que estuvieran allí.
Pero los vampiros esos eran su vida, podrían explicarle la muerte de su padre para que ella se vengara, así que fue a las fábricas.
Solo había tres, así que empezó con la que tenía menos probabilidades, la del centro. Cuando llegó no había nada, la habían tirado el día anterior, así que se fue a la otra, que era la más nuevo de las tres.
Cuando llegó, para su sorpresa, estaba lleno de luces y estaba funcionando. “Hoy la fábrica abandonada ha sido comprada por el mayor millonario del país” leyó en un cartel del edificio.
Así que solo le quedaba una, en las afueras de la ciudad. Cuando llegó se acercó con sigilo para que no la oyeran si estaban allí.
Mientras iba entrando en la fábrica, estaba oyendo voces que discutían. Pero no olía a humanos, ni a hombres lobo, tenían que ser vampiros.
Elisabeth se alegró al saber que ya los había encontrado.
Entró sigilosamente y se asomó a una habitación que había al final. Eran cinco vampiros de grandes dimensiones, pero eran hermosos, como todos.
Entró en la habitación, como vio que no se dieron cuenta, se presentó.
- Hola, me llamo Elisabeth. Soy la hija de Wrat.
- ¿Wrat? –dijo el mayor- No tuvo hijos.
- Si que los tubo, me tubo a mí, pero lo mantuvo en secreto.
- Eso explica el poco tiempo que pasaba con nosotros –dijo el más pequeño.
- Entonces… tu eres la heredera –el mayor se levanto al decirlo, pero no era una pregunta, estaba dudando.
- Si, lo soy.
- Mira haber si tiene la señal –el pequeño parecía el más listo, le quitó la chaqueta y se quedó de hombreras.
Todos se quedaron sorprendidos cuando vieron su antojo.
- ¿Qué pasa?
- Es lo mismo que tenía tu padre en el brazo, no es un antojo, es como una señal –el mayor le cogió las manos- bienvenida a casa Elisabeth.
- Gracias, pero he venido porque quiero saber quién mató a mi padre.
- Eso es una historia muy larga, ahora te voy a presentar a los chicos.
- Ah, claro, jej. ¿Os vais a venir con migo?
- Claro, eres la hija del jefe.
- Vale, pues el domingo nos vamos.
- Ok. Bueno, pues yo soy Ricky –Ricky era el más grande de todos, su pelo era castaño, aparentaba 18 años, y aparte de ser más grande, también era muy alto.
- Yo soy Mike, encantado Elisabeth –Mike era el segundo más grande, pero su altura era normal. Su pelo era castaño, y aparentaba 17 años.
- Me toca a mí, yo soy Sam –Sam era el tercero más grande, pero era igual de alto que Ricky. Este era rubio, y aparentaba 20 años.
- Puesto que al que le tocaba presentarse ahora ha ido a la habitación, voy a presentame yo, yo soy Andry –Andry era el más pequeño y bajito. Era rubio, y aparentaba 10 años.
El último salía de una habitación, muy feliz.
- Hola, yo soy Matías –Matías era el cuarto más grande, era igual de alto que Mike. Este era moreno, y aparentaba 15 años.
Era ya hora de que empezara a salir el sol, así que Elisabeth se despidió de todos y se fue al hotel.

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